Necesitaba algo de heavy metal! fierros retorcidos, afilados shoriukens, subidas rompe rodillas, sueños perdidos... Así que de salida de Nara, y de camino a Kyoto, insistí (Estercita no puso resistencia alguna) en que pasáramos al menos por fuera, de el Nara Dream Land, un parque de atracciones en las afueras de Nara, según se dice creado en 1961 a imagen y semejanza de Disneyland, pero con la peculiaridad de que actualmente y desde 2006, está cerrado, abandonado, y pudriéndose lentamente entre escombros y la vegetación que se lo va comiendo poco a poco. Montañas rusas, carruseles, trenes, grandes estacionamientos vacíos... una gran extensión que alguna vez divirtió a chicos y grandes, cayéndose a pedazos! Y si han ido leyendo este blog, sabrán que nos gustan estas cosas.
Aquí un guapo vídeo de Hush Hush Video que retrata muy bien la vibra del lugar:
No obstante, teníamos cada vez más los días contados; cada hora de sol era valiosa. Ya sabíamos que el viaje en bici por Japón no sería tan largo como habíamos planeado en un inicio, pero quedaba aún mucho por ver en Kyoto y Osaka. También faltaba resolver cómo volveríamos a Tokyo con las bicicletas, asunto que podría tardar días en resolver! Fue más que nada por todo esto, y por el rumor de que si te pillan husmeando en la propiedad privada de Nara Dream Land te puede caer una multa de 100,000 yens (unos 740€) por lo que no entramos por completo en el parque abandonado. Había muchos huecos en la reja, no somos los primeros en pensar en entrar. Yo me moría de ganas. Creo que esto es de lo único que me arrepiento: debí haber entrado en ese parque, aunque fuera solo por una hora! Podría haber estado solo una hora? Lo dudo.
Aun así los alrededores del parque fueron muy interesantes y macabros.
Ester logró colarse un poco por entre los barrotes de una puerta! |
Después volvimos a la belleza natural y tradicional: hubo un camino muy pintoresco y tranquilo hasta medio camino de Kyoto. Era un carril bici muy utilizado por ciclistas y corredores, que surcaba más y más campos de arroz y otros cultivos, y más y más pueblitos pintorescos.
Campo de Arroz |
así crece el arroz! |
Cuando estábamos llegando a Kyoto, volví a tener problemas con mi parrilla, pero logré arreglarla y cambiar los tornillos antes de que se volvieran a romper. Solo un pequeño susto y una media hora de retraso. Era un poderoso recordatorio de que el viaje en bici estaba cerca de su fin; esa pinche parrilla no hubiera aguantado mil kilómetros más!
Llegamos a Kyoto, donde en seguida nos topamos con un gran templo y pagoda que nos recibió como si cualquier cosa: doblas la esquina en una avenida y BAM! Pagoda de 6 pisos. Pero el hambre apremiaba! Así que pasamos por otro Izakaya delicioso. En él recargamos pilas, tanto metafórica como electrónica mente, y seguimos explorando. Pasamos por un pequeño parque en medio de la ciudad, con suficiente espacio escondido y unos baños suficientemente utilizables, anotamos locación y continuamos dando la vuelta.
Izakaya |
Cerveza Mega! |
Del otro lado del río, del lado de las parejitas, está Gion, un famoso barrio tradicional y antiguo, donde aun a la fecha se pueden encontrar Geishas. No acabo de entender muy bien cómo o qué se obtiene a cambio, pero algún tipo de servicio se puede contratar con o por ellas, pero suele estar reservado para altos presupuestos. También hay muchos bares y locales de señoritas, seguramente mas al alcance del turista promedio. Puteros a parte, el barrio entero es guapísimo, y tiene infinidad de restaurantes y locales guapos y de alto standing.
Después de dar una vuelta por la noche y fotografiar cual paparazzis a una Geisha en Taxi, volvimos a nuestro lado del río, a la zona de Kawaramachi, que tiene mucho ambiente, bares y restaurantes, música en vivo, y más ruido. Encontramos un lugar donde aparcar las bicis y un bar desde el cual se podían vigilar. Japón es muy seguro y casi nunca atamos las bicis con candado, pero siempre es grato ver las bicis y el equipaje, y más aun en una ciudad grande y de noche, por donde anda mucho turista suelto! Cenamos, bebimos, cargamos electrónicos nuevamente, y nos fuimos a montar la tienda en nuestro mini parque. Quizás el más urbano en el que estuvimos; fue casi como acampar en el parque de Villa Verdún, pero con baños limpios.
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